Toto tiene un año y medio. Parece que escapó de un edificio tipo almacén donde había muchos otros perros. Estaba muy delgado, así que probablemente ni él ni los demás recibían los cuidados adecuados. A Toto no le gusta que lo toquen y se niega a caminar, aunque se siente feliz estando cerca de las personas y acepta comida. Da la impresión de que no ha tenido mucho contacto humano en su vida —sin caricias, sin afecto—, solo dejado con otros perros en un lugar que parecía más una “cosa” que un hogar. Pero a pesar de todo, hay una chispa tranquila en los ojos de Toto. Observa a las personas con curiosidad y cautela, como si quisiera confiar pero aún no supiera cómo. Con tiempo, paciencia y cariño, Toto puede aprender que no todas las manos hacen daño, que las voces pueden ser suaves y que una cama cálida puede ser solo para él. Ahora Toto busca una familia —alguien que le dé el amor tranquilo y tierno que nunca tuvo. No necesita mucho, solo seguridad, bondad y una persona que espere a que él se acerque cuando esté listo. En algún lugar, hay un corazón que encaja con el suyo —alguien que vea en sus ojos no el miedo, sino la esperanza.